domingo, 7 de agosto de 2011

El Hombre Contemporáneo


ORIGEN

Está demostrado que el hombre evolucionó (¿?) desde el mono hasta el animal actual gracias a las mujeres, quienes un prehistórico día se reunieron para diseñar una nueva forma de vivir que las sacara de las cuevas y terminara con su dieta a base de pulgas.

Se les ocurrió entonces domesticar al macho, que hasta ese día ocupaba el lugar del perro en el escalafón familiar. Para ello lo bañaron, peinaron y perfumaron, le enseñaron a hablar y, como toque final, lo convencieron de que era el HOMBRE, es decir quien tenía la fuerza. Y junto con ello le enseñaron que esa fuerza debía ponerla siempre al servicio del más débil.

¿Y cuál es el sexo débil?

Exacto, adivinaron.

Desde entonces han transcurrido unos 120 mil años (minutos más, minutos menos), lapso en que las mujeres fueron complejizándose a diferencia del hombre, cuyo cerebro permanece estancado en aquellos días, debido a lo cual –por un mecanismo adaptativo rudimentario, fruto de su feroz necesidad de aparearse con la mayor frecuencia posible- ha debido compensar dicha desventaja intelectual adoptando una serie de morisquetas y aspavientos conductuales destinados a llamar la atención de su contraparte de colchón, que en cuestiones evolutivas le lleva una ventaja equivalente a la que actualmente diferencia a la selección de España del Alianza Atlético de Sullana.

Según el uso de estas estrategias, el Hombre Contemporáneo puede ser clasificado en:

EL PALABRERO (Homo florus)

Se caracteriza por narcotizar a sus víctimas con jarabe de lengua. Paradójicamente, el Palabrero es quien menos tiene que decir, así que en la primera etapa de su rutina recurre a frases hechas como “Eres la mujer más especial que he conocido”, “Nunca había visto a alguien tan hermosa como tú” y “Eres diferente a todas las demás”, tan originales como los DVD que venden a dos soles en Zona Franca.

En la segunda etapa, nuestro engreído cambia la temática por enlatados como: "Sabes que yo nunca te haría daño” y “Es momento de pasar a otra etapa en nuestra relación” para -una vez logrado su objetivo copulativo- finalizar la jornada con el aletargante “Nunca había sentido algo así con nadie”.

Por último, en la parte culminante de su actuación (pocos días después de la etapa anterior) el Palabrero apela a refritos como: “Siento que las cosas ya no son como antes”, “Debemos darnos un tiempo”, “Creo que lo nuestro fue un error” y, para quedar bien, el ya clásico “Te juro que jamás te olvidaré”, que cumple religiosamente hasta que encuentra a otra ingenua, entre 48 y 72 horas después.

EL CURSI (Homo ridiculus)

A pesar de ser un desprestigio para el género humano en general, algunas mujeres tienen debilidad por este tipo de seres. El Cursi es reconocible por su atuendo insufriblemente formal, su preferencia por intérpretes tan soporíferos como Arjona, Luis Miguel o Gianmarco y su tendencia a desperdiciar plata en peluches, tarjetas y presentes que denotan la misma carencia de originalidad que sus ídolos musicales.

Este arquetipo conductual masculino no sólo encarna un crimen para creatividad, la estética y la poética, sino que representa un peligro para la salud pública, porque como acostumbra a regalar flores (que se pudren al tercer o cuarto día) está catalogado en la misma categoría del zancudo Aedes aegypti, en cuanto a su calidad de agente transmisor del dengue.

Frase clave para identificarlo: “Te amo demasiado”.

EL MUJERIEGO (Homo arriolus)

A diferencia de los dos arquetipos masculinos antemencionados, que son puros –porque la charlatanería y la huachafada les vinieron en los genes-, el Mujeriego es un imitador que adopta características conductuales de otras subespecies en aras de satisfacer su insaciable apetito por la carne femenina.

De reflejos camaleónicos, para conseguir presas el Mujeriego se adaptará a los requerimientos de su circunstancial víctima. Así, si lo que ella busca es alguien sensible, él confesará entre suspiros que lloró como un hindú mientras veía Titánic; si ella prefiere un tipo agresivo, él le buscará pleito al primer inválido que se cruce en su camino; si apetece intelectuales, esa misma noche el Mujeriego combinará una y otra vez  las cuatro o cinco frases de Coelho que leyó en las calcomanías de los autos donde acostumbra viajar al prostíbulo de El Milagro y, por último, si lo que anhela su víctima es un hombre tímido y sin experiencia, transmutará en un chico de su casa, que no sabe lo que es una mujer y sigue asistiendo emocionado a fiestas infantiles a pesar de bordear los treinta.

EL POBRECITO (Homo mongus)

Subespecie peligrosísima. Aunque parezca inconcebible, el Pobrecito es aún peor que el Cursi, porque éste siquiera invierte en su estrategia (las flores son carísimas, a menos que sean robadas del cementerio), mientras este engendro además de huachafo es tacaño, porque en aras de conseguir sus colchoneros fines sólo emplea los recursos histriónicos necesarios para presentarse ante su presa como una víctima de las mujeres, que en algún momento se aprovecharon de su candidez y ternura para hacerle daño, para herirlo, para pagarle mal por su amor. Todo ello con el fin de inspirarle lástima de modo que poco a poco vaya bajando la guardia hasta que –cuando vuelve a la realidad- está esperando a su tercer hijo del Pobrecito.

EL PAÑO DE LÁGRIMAS (Homo mocus)

Subespecie vampírica, el Paño de Lágrimas se caracteriza por rondar –como los buitres- relaciones agonizantes  a las que en no pocos casos contribuye a disolver con algún “consejo de amigo”. Logrado esto –y encontrándose su presa emocionalmente vulnerable- el siguiente paso será volverse indispensable: donde ella pose la mirada estará él, como un boy scout, siempre listo para consolarla, engreírla y sonarle los mocos. Todo con la lujuriosa intención de arrimarse cada vez más a la desprevenida, que un buen día (recordemos que entre el dolor por la pérdida de su relación y los mensajes subliminales a que diariamente es sometida por su “paño de lágrimas”  tiene el cerebro convertido en un relleno sanitario emocional) se sentirá enamorada de él, de su “mejor amigo”, de su “confidente”, quien –rápido como una serpiente- aprovechará el momento para confesarle que siempre sintió algo especial por ella, que son almas gemelas, que un clavo saca a otro clavo, que conoce un hotelito barato y discreto donde podrían conversar mejor y… en fin, la historia de siempre.

EL PITUCO POBRE (Homo misius)

Al revés de lo que ocurre con el Cursi, que invierte en dádivas para atraer a la mujer que le interesa, el Pituco Pobre invierte en bienes suntuarios para lograr ese mismo objetivo. En el caso del Perú, un individuo de esta subespecie es fácilmente identificable por un rasgo inequívoco: un auto de medio pelo que compró a plazos y que sólo saca de la cochera cuando quiere apantallar a alguna desprevenida.

Por lo general, dado que la gasolina es cara el Pituco Pobre suele asociarse con algún otro Pituco Pobre para salir en parejas y pagar a medias el combustible. Se trata de una subespecie poco peligrosa, pues son fáciles de identificar para las mujeres, quienes los utilizan más que nada como choferes gratuitos, mientras encuentran a un hombre de verdad.

EL METROSEXUAL (Homo sexualis)

Especie  sumamente perniciosa para las mujeres, no tanto por sus oscuras intenciones respecto de ellas cuanto por la competencia que les significan en el uso de los mismos accesorios de belleza (cepillos, rímel, base, cremitas humectantes y hasta calzoncitos tipo tanga, en los casos más agudos).

Las opiniones científicas respecto a las motivaciones conductuales de esta subespecie están divididas. Algunos tratadistas suponen que lo que busca el Metrosexual con el esmerado cuidado de su apariencia es atraer al sexo opuesto (que en este caso no lo es tanto), mientras sus discrepantes señalan que el Metrosexual casi nunca frecuenta mujeres (a no ser para pedirles un cleenex o pomadita astringente) y más bien se agrupa a otros de su gremio para hablar de ropa, palparse los músculos e intercambiar tips de belleza.

Otras actitudes sospechosas de esta viril especie son su tendencia a frecuentar discotecas de ambiente (jurando que lo hacen sólo porque les gusta la música) y a depilarse en pareja.

Y bueno, amigos de la Crónicas de Contempo, esto fue todo. Pero no se preocupen si consideran que este estudio requiere una ampliación en otro número, porque hay muchísimas más subespecies masculinas por describir. De hecho, la taxonomía en este campo es tan infinita como deprimente…

2 comentarios:

  1. jajajjja, me dio mucha risa el texto pero no es cierto que los hombres sean asi son peores, jajajaja. te faltó ha.

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